Jueves, Marzo 28, 2024

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Pitirre II: Nueve aviones menos para agredir

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«Cuando Alexander Haig, el guerrerista secretario de Estado estadounidense, se enteró de la acción armada dijo que era un “pasmoso acontecimiento”. No era para menos. Penetrar una base aérea estadounidense, dejar plantados decenas de explosivos y volar por los aires nueve aviones, todo esto sin dejar rastro, pasma al más aguzado halcón.»

 

Al cumplirse este año el aniversario 35to de la acción revolucionaria Pitirre II y que reivindicaremos el 10 de enero en Hormigueros en el natalicio del prócer de la independencia patria, es meritorio y pertinente publicar esta columna de Julio Muriente extraída de su libro La palabra comprometida (1979-1999).


Nueve aviones menos para agredir

 

“El acto realizado por un grupo armado clandestino en la base Muñiz es una acción de guerra. Nosotros reconocemos el derecho inalienable de los puertorriqueños a hacer la guerra a la intervención yanqui en Puerto Rico. La acción es legítima y en ejercicio de ese derecho inalienable. Es, además, una acción evidentemente bien planificada y extraordinariamente bien ejecutada. Esta acción está a la altura más audaz y exitoso operativo militar que se haya dado en cualquier escenario de guerra contemporánea...”.

Esas fueron las palabras de Juan Mari Brás, secretario general del Partido Socialista Puertorriqueño, al conocer de la acción revolucionaria protagonizada por la organización clandestina Ejército Popular Boricua ‘Macheteros’, en la que fueron destruidos nueve aviones de las fuerzas interventoras estadounidenses.

En el comunicado de prensa, hecho llegar a los medios noticiosos, los Macheteros fueron claros y precisos. La acción corresponde a la lucha del pueblo puertorriqueño por su independencia y a la solidaridad con el pueblo salvadoreño que combate por su libertad. Si el imperialismo pretende utilizar a Puerto Rico como punto de partida para invadir a El Salvador, ya sabe lo que le espera.

Esa es la verdadera dimensión del caso colonial de Puerto Rico a alturas del ochenta, en los albores del siglo veintiuno. Allí existe guerra, a veces sorda y anónima, distorsionada por todos los recursos que tiene la metrópoli yanqui a su disposición. La farsa que han montado durante décadas se va desplomando, al impacto de la lucha popular y de acciones como la del pasado doce de enero en la base militar yanqui.

Es una guerra en la que, como en toda guerra liberadora, el pueblo ataca por todos los frentes. Hace unos meses en las elecciones -sacándole lo que puedan tener de provecho-; ayer haciendo añicos los pájaros mortales del enemigo; mañana en la fábrica, en la escuela, en la calle.

Guerra ésta que, comparada con la que se escenifica en otras partes de América Latina, tiene características singulares. No es un enfrentamiento contra militares del patio, clásicos gorilas o aparatos represivos asesorados por la CIA. El agresor está bien armado y entrenado Es el propio imperialismo yanqui, en carne y hueso, con sus tanques y cañones, con sus aviones y barcos.

Cuando Alexander Haig, el guerrerista secretario de Estado estadounidense, se enteró de la acción armada dijo que era un “pasmoso acontecimiento”. No era para menos. Penetrar una base aérea estadounidense, dejar plantados decenas de explosivos y volar por los aires nueve aviones, todo esto sin dejar rastro, pasma al más aguzado halcón.

Mientras tanto, el pueblo comentaba absorto y hasta el boricua opuesto a la independencia sentía, en sus adentros, la satisfacción de quien puede golpear a los aparentemente indestructibles. Porque la verdad es que a veces,  pueden más nueve aviones de guerra destruidos que diez cursillos sobre la crisis colonial.

Ahí no quedó todo; los Macheteros tenían una carta guardada. Ya que las agencias noticiosas estaban distorsionando sus comunicados de prensa, filmaron un videotape donde aparece un grupo de guerrilleros, con sus armas, símbolos y demás parafernalia. Lo enviaron a una periodista honesta, quien logró pasarlo por televisión. Así todo el mundo pudo comprobar, hasta el más incrédulo, que en esta guerra el pueblo también se arma y se organiza, que el ejército de los explotados va sentando sus bases.

Al David que es Puerto Rico le ha tocado un Goliat de gigantescas proporciones. Sin embargo, como dijera Mari Brás en otra parte de sus declaraciones,     “…ese 1ogro le da un aviso claro al imperialismo y sus lacayos, de que en Puerto Rico se puede pelear con éxito”.

Sobre todo, en esta hora salvadoreña, nos llena de profundo orgullo y satisfacción saber que el imperialismo contará con nueve aviones menos para agredir a ese pueblo hermano, gracias a la contundente acción internacionalista realizada por valerosos hijos de Betances y Albizu Campos.

Publicado en el Peri6dico El Universal de México, 1ro. de febrero de 1981.

Fuente: Muriente Pérez, Julio. La palabra comprometida (1979-1999). San Juan, Poblicaciones Gaviota, Inc., 2001.


Fundación Juan Mari Brás

 

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