Miércoles, Abril 24, 2024

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La beatificación de Osama

obamaSed de venganza, prepotencia internacional y necesidad urgente de recuperar espacio electoral cara a las elecciones de 2012. Esas fueron las razones por las cuales el gobierno de Estados Unidos y su presidente Barack Obama escogieron la fecha del pasado primero de mayo para ejecutar a Osama Bin Laden.



No fue un acto de justicia. Nunca hubo la intención de que lo fuera. Se aplicó la máxima de ojo por ojo, diente por diente contra el antiguo aliado anticomunista. A la ley de la selva de los aviones de American sembrados en las Torres Gemelas en 2001, se respondió con la ley de la selva de los silenciosos Black Hawks y las destrezas robóticas de los marines.

Todo fue calculado fríamente: la violación impune de la soberanía de Paquistán, como si se tratara  de un paseo dominical en helicóptero, de Washington a Chicago; el asesinato de Osama desarmado e indefenso; el secuestro y posterior desaparición del cadáver en el mar, emulando a las dictaduras de Argentina y Chile; el festejo en las calles de Nueva York, evocando la noche de los cristales rotos en el Berlín hitleriano; la desinformación y manipulación mediática; la fanfarria prepotente de un gobierno que siente, con la displicencia de sus cómplices y aliados, que puede disponer a su antojo del planeta y de sus siete mil millones de habitantes.

No por casualidad se trata de un presidente al que se le ha concedido el premio Nobel de la Paz, mientras dirige dos guerras, agrede países, atenta contra jefes de Estado…el mundo al revés.         .

Tras la celebración efímera, la inseguridad es mayor. La sed de venganza genera sed de venganza. La muerte violenta genera muerte violenta. De una parte es un motivo mayor para la activación de los terroristas de Al Caeda. De otra parte sirve para justificar el terrorismo de Estado, el estado policiaco y la eliminación de derechos ciudadanos en nombre de una seguridad contra la cual el propio Estado atenta.

Para sus seguidores, Osama es un mártir que ha caído de la manera más digna imaginable, defendiendo el Corán y enfrentando a los impíos. Ha ascendido a los cielos y se encuentra a la diestra de Dios. Obama y sus supersoldados lo han beatificado, el mismo día en que los católicos beatificaban al Papa Juan Pablo Segundo.

Si fundamentalistas son unos, fundamentalistas son los otros. Si peligrosos son unos, peligrosos son los otros. Si violentos son unos, más violentos son los otros. No existen diferencias ideológicas entre los fundamentalistas islámicos y los fundamentalistas petroleros que invadieron Irak y asesinaron a Hussein; o los fundamentalistas belicosos que inventan excusas en el desacreditado Consejo de Seguridad de la ONU para agredir Libia y asesinar a Gadafi.

No. No nos sentimos más seguros tras la ejecución de Osama. Nos sentimos más inseguros por la euforia de Obama y Hillary, por la arrogancia desbordada de los generales, por la demencia de quienes aplauden desde la calle la orgía de sangre.

Fundación Juan Mari Brás

 

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