Jueves, Abril 25, 2024

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En ruta de liberación nacional

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El año 2014 que acaba de finalizar ha llenado de expectativas a nuestro país en algunos sentidos, pero nos ha dejado enormes frustraciones. En sus últimos alientos nos dejó procesos tan inesperados, pero no por ello menos significativos que los avances importantes que significan para Cuba que Estados Unidos reconociera finalmente la insensatez y la iniquidad que ha representado esa conducta imperial de menosprecio del derecho y la voluntad del pueblo cubano a darse a sí mismo un sistema político distinto.



Los que conocemos la fortaleza de ese pueblo y sus experiencias históricas en sus relaciones con Estados Unidos sabemos que sueñan con pajaritos los que piensen en repeticiones de enmiendas Platt o Machados o Batistas. Cuba elegirá su ruta como país libre que jamás permitirá que se le niegue o se le obligue a escoger caminos de absurdos neocolonialismos. Ha sido muy doloroso mantener en alto la bandera de la dignidad por tantas decenas de años.

Acá en nuestro país, el déficit de dignidad política de nuestra clase gobernante no parece entender que David acaba de vencer a Goliat y con demasiada insistencia sólo se habla de si nos conviene o nos perjudica la rehabilitación de la economía del país hermano que probablemente pueda salir de un bloqueo económico con características genocidas. Se habla de comisiones para examinar las posibilidades, no de ayudar a los sectores más vulnerables de aquel país, sino para explorar los sectores cuya explotación económica podría producir las más apetecibles ganancias. Acá en nuestro país no parece que se tenga la sutileza necesaria para entender la fuerza que tienen los pueblos que prefieren ganarse el pan con el sudor de su frente, que les ofenden los sistemas prebendarios que inoculan a sus pueblos con su incapacidad para levantarse a la altura de los tiempos y reclamar derechos con altivez y determinación.

Frente a los derechos conculcados se contesta con el apaciguamiento, la torpeza y la blandenguería. Nuestro país vive una depresión económica desde el año 2006; arrastramos una deuda pública monumental, parte de ella fomentada y creada por los mismos acreedores, como quedó demostrado en las experiencias argentina y ecuatoriana, pero a la clase política solo se le ocurre mirar a las clases más sacrificadas para extraerle hasta el último girón de sus miserias.

El 2015 nos sorprende en medio de una discusión sobre si el año que comienza será igual o peor para nuestra gente. La opinión mayoritaria parece ser que este año será peor. El Departamento de Educación dizque será reestructurado desde las oficinas del Secretario; la Policía sigue bajo el ojo de un síndico del gobierno federal; no se termina de producir la llamada reforma contributiva; los fondos para la salud pública dependerán, en medida significativa, de la salud del mentado Obamacare; el partido de gobierno se felicita porque el desempleo está en 14%; la inseguridad sobre la posible insolvencia del gobierno crece a diario; la incidencia criminal, según el gobierno ha disminuido, pero la prensa nos dice que la enorme emigración ve la inseguridad como uno de los factores que precipitan ese fenómeno de un país que emigra masivamente.

Muchos puertorriqueños creemos que la carga de la enorme deuda pública justifica medidas extraordinarias en vista de que la limitada producción del país no permite seguir oprimiendo a los sectores medios y pobres y favoreciendo a inversionistas con privilegios irrazonables.

Empezamos esta columna refiriéndonos a los enormes logros de la dirigencia cubana y de los principios de irrenunciable defensa de la dignidad nacional de esa revolución. No pretendería nadie que esa ejemplar trayectoria se repitiera aquí como por arte de magia. Somos una colonia y nuestro primer y esencial esfuerzo tiene que ir dirigido a descolonizar este país y abocarnos resueltamente por el camino de la libertad, de la descolonización del territorio y de nuestra gente. Sólo la lucha por la independencia nacional nos llevará por un rumbo de rehabilitación moral y material que conjugue como inseparables la soberanía y la justicia social. Mientras seamos manejados desde afuera continuaremos siendo hojas en el viento del imperialismo.

Desde la década del sesenta del pasado siglo la inmensa mayoría de los pueblos sujetos a dominación colonial decidieron que el único camino es la consecución de la independencia. Nadie podrá detener ese desarrollo en nuestro caso.


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